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Ha crecido el fútbol alrededor de incansables tópicos, innumerables frases huecas, mitos y leyendas varias, alguna que otra genialidad que alimenta al imaginario colectivo, y extraordinarios sucesos como los ocurridos ayer en San Mamés. Degustó el Athletic una balsámica goleada que alcanzó con un par de azotes para tumbar a un Mallorca vacío de contenido, tanto en la tesorería como en su fútbol, famélico. El gol, en definitiva, es el armazón, el frenesí, el sustento, la adrenalina y el tesoro de un juego que en ocasiones resulta de una belleza extraña -cubista por sus aristas y turbadora como los claroscuros del impresionismo alemán- pero que siempre está dispuesto a sorprender, a trincar el corazón, a contragolpear el sentimiento y ofrecer felicidad. La dicha fue plena ayer en La Catedral.
La obtuvo el Athletic con la aparición de un gol inopinado, inesperado de costa a costa, a una manecilla del descanso. Alcanzó David López el pico del área por su perfil y en lugar de emplearse con su pierna más diestra, más capaz, la derecha, optó por centrar en busca de algún remate a pie cambiado. Enroscó la zurda y voló el balón a media altura: ni para los zagueros, pendientes del colosal Llorente y los trileros Igor Martínez e Iker Muniain; ni para el arquero, Aouate, que esperaba un balón alado que alcanzar con la pértiga. Caprichoso el destino, indomable el balón, sólo las miradas siguieron su trayectoria, tan espontáneo, tan juguetón que se acunó en la red mallorquinista sin que nadie fuera capaz de echarle el lazo. El gol, incrédulo, generó el éxtasis de una lotería, donde mezclan el grito alborozado con la sonrisa tonta por la hazaña. David López festejó el hito encogiéndose de hombros, tal y como les ocurre a los héroes anónimos. Tuvo el gol cierta chanza, pero un encanto indudable. Al fin y al cabo la belleza depende de los ojos con los que uno mira el escaparate.
sin apenas ritmo Y el que se exponía hasta que brotó el Edelweis, la flor de las cumbres, tenía aspecto lunar, árido y yermo. Al Athletic le faltaba electricidad, brío, tensión y mandíbula apretada, tal vez por lo parvulario de su alineación, repleta de jovenzuelos, o por el contagio del tumbao del Mallorca, un equipo con el gen isleño. Tanto descuidó el Athletic su corazón, su espíritu de combate, que le faltó oleaje para dislocar a los mallorquinistas, complacientes y sin una pizca de estrés. Dejaron los bermellones que se desmadejaran los bilbainos, que obraron con criterio, ofreciendo un armisticio al balón, pero sin la efervescencia, el vigor y la velocidad necesaria para dislocar a los de Laudrup, comodísimo en un escenario que nos les exigía demasiado para mantenerse sin hipotecas dentro de los parámetros de un pulso sin relieve.
Y al Athletic, un equipo fogoso, que teje desde la centrifugadora, se le estaba haciendo pesada la digestión porque no lograba tomarle la temperatura al duelo, demasiado templado, como ventilado por el viento sur. El Mallorca, en la mecedora, era Nsue y sus correrías. Nada más.
el athletic acelera El regalo a San Mamés de David López, Olentzero en septiembre, encendió al Athletic, más reconocible en el espejo en el segundo acto. Con mayor voltaje, los rojiblancos se destacaron varias cabezas del Mallorca, que no varió su plan de viaje, tal vez aguardando alguna clase de sortilegio o embrujo que les teletransportara a la meta de Iraizoz mágicamente. De los mallorquines nunca más se supo. Sí hubo noticias del Athletic, más convencido, enérgico y constante.
Descolló la muchachada de Caparrós gestionando las llegadas por ambas bandas y percutiendo entre líneas. Gobernaba el centro del campo con Iturraspe y Javi Martínez y se impulsaba con Igor Martínez, magnífico nuevamente, e Iker Muniain, siempre al acecho. Sucede que el ascendente de Llorente es un imán y Nunes le encimó de tal manera en un saque de banda que el balón le rebotó en el brazo y a Texeira Vitienes le dio por pitar penalti.
Mikel San José puenteó la estirada de Aouate, que se comió el engaño del central del Athletic. Golpeó Mikel la pelota con saña y dirección suficiente para resolver el penal, cuestión maldita el pasado curso. Con el segundo gol, los bilbainos se llenaron las alforjas y La Catedral se dio a los reconocimientos, a las coronaciones, como las de Igor Martínez y David López, despedidos entre loas. A una mano de la celebración estuvo Llorente, al que le faltaron algunos centímetros para evitar la manopla de Aouate, que, elástico, evitó que el delantero centro abriera un tomo de la historia del Athletic en un duelo que careció de ella, pero no de los extraños sucesos que desembocaron en jolgorio con el empale de Iñigo Pérez, en el tercer gol, éste acrobático, tras convertir la frustración de Llorente, repelido por Aouate, en los estertores de un duelo dulce como una ensaimada.
ATHLETIC: Iraizoz; Iraola, San José, Amorebieta, Aurtenetxe; David López (Min. 66, De Marcos), Iturraspe, Javi Martínez, Muniain (Min. 80, Íñigo Pérez); Igor Martínez (Min. 72, Susaeta) y Llorente.
MALLORCA: Aouate; Cendrós (Min. 65, Webó), Nunes, Ramis, Kevin; Nsue, Martí, De Guzmán, Pereira; Gonzalo Castro y Cavenaghi.
Goles: 1-0: Min. 43; David López. 2-0: Min. 61; San José, de penalti. 3-0: Min. 92; Iñigo Pérez.
Árbitro: Fernando Teixeira Vitienes, cántabro. Amonestó San José.
Incidencias: Unos 35.000 espectadores en San Mamés.